CONDUCTA    EN LOS VELORIOS
JULIO CORTAZAR
No vamos    por el anís, ni porque hay que ir. Ya se habrá sospechado: vamos porque no podemos    soportar las formas más solapadas de la hipocresía. Mi prima segunda, la mayor,    se encarga de cerciorarse de la índole del duelo, y si es de verdad, si se llora    porque llorar es lo único que les queda a esos hombres y a esas mujeres entre    el olor a nardos y a café, entonces nos quedamos en casa y los acompañamos desde    lejos. A lo sumo mi madre va un rato y saluda en nombre de la familia; no nos    gusta interponer insolentemente nuestra vida ajena a ese dialogo con la sombra.    Pero si de la pausada investigación de mi prima surge la sospecha de que en    un patio cubierto o en la sala se han armado los trípodes del camelo, entonces    la familia se pone sus mejores trajes, espera a que el velorio este a punto,    y se va presentando de a poco pero implacablemente.
 
